martes, 31 de enero de 2017

"El age de Cádi"



El "age de Cadi" es algo que repetimos una y otra vez en nuestra ciudad. Es la gracia para contar las cosas que tienen algunos gaditanos, no todos. Algunos de los que se fueron y otros de los que nos quedan. Son gente a los que dieron con un halo de luz especial y que consiguen que todo lo que te cuenten suene a cachondeo y burla, y siempre reine el buen humor.

Uno de ellos fue el Beni de Cádiz, cuyo aniversario del fallecimiento recordamos este año. Ver cantar al Beni era saber que sus dotes de flamenco no estaban limitadas al cante y que sus anécdotas podían levantar la peor de sus actuaciones.

Recordamos esa entrevista con Jesús Quintero cuando nos habla de la explosión de Cádiz que le cogió curiosamente echando una carta en los leones de correos, que cerraron la boca. Es de tirarse al suelo y la podéis encontrar por las redes. Otro fue el Peña, este no era flamenco, pero su gracia natural lo llevó a ser quizás el mejor intérprete que nunca tuvieron los cuartetos en el carnaval gaditano. La historia de la pesca con almendras garrapiñadas es uno de los muchos ejemplos que nos quedan de su arte.

Más atrás nos quedan los recuerdos de los que nos contaban del Cojo Peroche o Pericón. Del primero hay una anécdota muy graciosa con el Beni. Encontrándose en el bar Liba, éste mandaba al Cojo Peroche que fuera a cobrar a una casa que le debía el dinero de una actuación al Beni. Al llegar allí, el Cojo Peroche empezó a escuchar un montón de ladridos de un perro y al dueño gritando "Tranquila Fresa, tranquila". El Cojo que era muy cagón salió corriendo y volvió al Bar Liba. Allí, el Beni al verlo le preguntó que si había cobrado el dinero y el Cojo le respondió : "No Beni, y no voy a volver allí hasta que no cambien de fruta".

Sobre Pericón es muy famosa la historia que cuenta de Ignacio Espeleta que también recoge el libro Las Mil y Una Historias de Pericón de Cádiz",  muy recomendable. Decía Pericón que Espeleta era el más flojo del mundo. Que lo mandaron a trabajar de guardajardines y le dijeron "Ignacio, tu quédate aquí y no hagas ná... sólo espanta los gatos". Pues dice Pericón que se compró Ignacio un látigo de 20 metros pa no moverse de un banco. Un día se encontró con un betunero que era más flojo que él todavía. Y le dijo que le limpiara los zapatos, pues el betunero empezó a limpiarle los zapatos y empezó a escuchar a Ignacio dormido, y éste en vez de despertarlo, se echó en las rodillas de Ignacio, y era un cuadro verlos a los dos roncando.

Esto sólo es una introducción a la gracia innata de muchos de nuestros paisanos para inaugurar este blog en el que intentaré que se respire mi ciudad.

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