jueves, 18 de agosto de 2022

LA CASA DE BENITO CUESTA (SAGASTA, 1)

Ahora que la cadena de hoteles HOTUSA , tiene muy avanzados los trabajos para que esta finca se convierta en un hotel de lujo, creo que ha llegado el momento de que os hable un poco sobre la misma, con datos objetivos y con la experiencia propia de haberla visitado en una ocasión. 


La finca a la que nos referimos es, quizás, el mayor ejemplo de arte urbano de lo que llamamos arte isabelino, aunque su estética actual corresponde a una reforma realizada en el siglo XIX (evidentemente, cuando este estilo artístico se pone de moda) y sin embargo, su origen, es algo anterior. 


En sus escrituras, en los albores del XVIII, aparece que Francisco Suárez Doblado y María Enríquez eran los dueños de "un sitio y solar, frente a las viñas de San Francisco". En esos terrenos y otro más aportado, Pedro Sánchez de Pira labró dos casas que salieron a subasta y fueron adquiridas por Juan Antonio Trechuelo y de la Yedra, el 13 de julio de 1738, ante el escribano José Bahamonde.  Con estas casas Juan Antonio Trechuelo y su esposa, Paula Badillo, fundaron un mayorazgo a favor de sus sucesores y uno de ellos, José Celestino Trechuelo, recibía el título de Marques de Villabelvestre el 1 de marzo de 1782. Las casas a las que nos referimos fueron derribadas y se construyó la nueva, valorada en 60.000 pesos. Es sobre esta casa de nueva labranza, donde en la época del asedio napoleónico, se sitúa la embajada británica, que tanto ayudó a la defensa de Cádiz asegurando abastecimientos con la presencia en ella de Henry Wellesley, el hermano del duque de Wellington. 

En la partición del mayorazgo, el 25 de septiembre de 1841, la casa se valoró en 2.042.174 reales de vellón, en un peritaje realizado por Juan Daura, efectuándose al misma entre Cayetano Trechuelo Gómez, Marqués de Villabelvestre y su hijo Cayetano Trechuelo y Ostman.

Es el 13 de octubre de 1851 cuando Benito Cuesta y Blázquez adquiere la casa para hacer de ella su morada, llevando la casa el número 100 de la llamada calle de la Amargura hasta que, el 20 de agosto de 1855 Adolfo de Castro la dispuso como número 1 de la calle Sagasta. 



Es ahora cuando la familia realiza la reforma integra de la casa que la lleva a tener el aspecto exterior que vemos hoy día, convirtiéndose en una de las casas palaciegas con más solera de la ciudad de Cádiz. 

Allí vivieron varias generaciones de los Cuesta, adquiriendo numerosas antigüedades y siendo una de las casas más visitadas por la clase alta gaditana. Se reforma la fachada, la portada, la escalera central y se hacen adornos de escayola que aún son visibles. 

La casa sigue viva hasta los años 90, pasando por momentos de esplendor como en los años 70, cuando se proyecta hacer de ella un Museo del Romanticismo, para lo que se reformó la torre mirador y se adquirieron trajes de época, además de una colección de baúles de las Antillas. Una de las principales joyas que tenía la casa era un centro de patio de forja con dragones. 

Ya desde los 90, la última generación de los Cuesta parece perder interés por su inmueble y va siendo objeto del saqueo de anticuarios que poco a poco desvalijan la casa, que queda en estado de abandono durante treinta años. En la última década Solvia adquiere la finca dispuesta a venderla para que se hicieran apartamentos, obra que se comienza pero que se deshecha. Luego la vuelve a poner en venta, y es el momento, en el que este que habla, tiene la oportunidad de visitarla. 

Había visto alguna foto de la misma, donde aún se guardaba ese centro de forja con dragones, pero cuando Solvia nos mostró la casa, ya habían desaparecido. Aún así, la casa guardaba todavía mucha historia. Las habitaciones estaban forradas con papel que por detrás tenía periódicos de La Palma, fechando la reforma a mediados del siglo XIX. La escalera mantenía el mármol y las escayolas y en algunas habitaciones ya había sido levantada la loza de tarifa (suponemos que para venderla al mejor postor). Se conservaba mobiliario, una cama de forja muy estropeada, medicinas de la época y algo de documentación importante de la familia. En la torre mirador, casi en ruinas, se conservaba parte de ese proyecto de Museo del Romanticismo, con la salvedad de que se había construido un ascensor que estropeaba la vista de la misma, ahora sin funcionamiento. En esa torre se conservaban varios baúles de los mencionados anteriormente y bastante ropa. 

foto de origen desconocido mostrando el centro de patio desaparecido. 


Actualmente, como hemos mencionado, la casa está en proceso de convertirse en un hotel de lujo, que esperemos que cumpla con todos los requisitos patrimoniales al efecto y que mantenga parte de la historia de la misma.