domingo, 31 de diciembre de 2017

ANTES DEL COLEGIO SAN MARTÍN...

Hace unos años cerró sus puertas definitivamente el colegio Pio XII, sito en la plazuela de San Martín. Muchas gaditanas pasaron por sus aulas, y todas pueden hablarte de la historia vivida entre sus muros, desde que en 1872, las Hijas de la Caridad recibieran el edificio para la labor educativa. Se conservan archivos de estudiantes, historias y leyendas en la memoria del Cádiz del siglo XX.

Pero...algunas veces... los gaditanos de a pie, se preguntaron de dónde venía ese hermoso patio porticado que no es común en una institución educativa. Aquí en algunas líneas vamos a intentar desentrañar el misterio.

Tenemos que remontarnos al año 1772. Desde 1717 Cádiz gozaba de la primacía comercial con América tras el traslado de la Casa de Contratación a la ciudad. Muchos comerciantes se instalaban en nuestra ciudad. Como sabéis desde 1680, en la misma plazuela estaba situada la Casa del Almirante de la flota de Indias, siendo el corazón del barrio del Pópulo uno de los sitios señeros para la actividad comercial. En este contexto llega a Cádiz la familia Picardo, encabezada por Don Benito Picardo. Este hombre consolidará en el número 326 de la plazuela de San Martín, hoy el número 1, su domicilio y su casa comercial.

¿Y quién era Benito Picardo?... pues un genovés, que hasta principios del siglo XIX no obtendrá la carta de naturaleza hispana para poder comerciar como un español. Esta familia será una de las más notables del Cádiz dieciochesco. Los nombres de Benito Picardo pasarán de padre a hijo sucesivamente hasta finales del XIX. Fueron regidores de la ciudad, directores del Monte de Piedad, pertenecieron a la Junta del Directiva del Casino, y el primero también fue caballero comendador de la orden de Carlos III. Uno de los herederos, Benito Picardo y Arado, será muy conocido en todo el territorio español al hacer una donación de 100.000 libras esterlinas a Fernando VII en 1823. Otro de ellos, Benito Picardo y Picardo, llegará a ser el 4º mayor contribuyente de la provincia.

Éste último deja en testamento 23 fincas urbanas en Cádiz, tres en Puerto Real, cinco en San Fernando más terrenos en Puntales.

El responsable de la donación a las hijas de la Caridad, será otro regidor de la ciudad, con el mismo nombre pero con el apellido también Paul, Benito Picardo y Paul, que se emparentará luego con la familia de los Blázquez, familia conocida por sus asuntos bodegueros y por su incursión en la política nacional (senador Agustín Blázquez y Blázquez) y local (alcalde Agustín Blázquez y Paul). También es importante antes de dar por concluida esta breve reseña sobre la familia Picardo, recordar que uno de sus descendientes será emparentado en el siglo XX con la familia Carranza, heredando entre otras cosas, la Casa Palacio de los Mora, nos referimos a Alvaro Picardo, que todavía es recordado en la finca con el nombre de la bodega.

Esperando que este pequeño resumen de la burguesía gaditana del dieciocho, reduzcan las dudas que nos puedan surgir ante este edificio,  hoy por desgracia, menos visible que otrora.

jueves, 28 de diciembre de 2017

El arte perdido en Cádiz. Coleccionistas de arte en el Cádiz del XIX.

El Cádiz comercial hizo prosperar a muchas familias gaditanas y extranjeras que convirtieron sus casas en la ciudad en auténticos museos de colecciones de arte. Estamos hablando de un tiempo donde el coleccionismo daba pomposidad, y se coleccionaban desde pinturas hasta objetos arqueológicos. La mayoría de estas colecciones abundantes en la ciudad se fue perdiendo en el tiempo hasta prácticamente desaparecer en otras manos privadas o museos del resto del mundo, pero pensamos que es interesante conocer el legado del que dispusieron estos burgueses acomodados en sus casas y que por lo tanto, un día tuvo la ciudad, aunque no fuera disfrutado por todos.

Entre las mayores colecciones, como hablamos en otros post se encontraba la de Pedro O´Crowley. Este comerciante de origen irlandés intentó establecer en la ciudad un pequeño museo o galería en su casa natal. Destacaremos sobre todo algunas de las notables obras que nos menciona Antonio Ponz en su Viage de España. Así Antonio Ponz recoge en su libro lo siguiente:

"Vi también con singular complacencia la casa de Don Pedro Alonso O- Cruley, y todas las singularidades de las bellas Artes, monedas, piedras grabadas, y otros monumentos de la docta antigüedad, que ha recogido. La colección de pintura asciende a un par de centenares de piezas; las más son originales y de buenos Autories, así Españoles como Extrangeros; las hay de Pablo Veronés, de Ribera, de Rubens, Van- Dick, Alonso Cano, Murillo, Ribalta, Castillo, Céspedes, Velázquez, Carreño, Zurbarán, el Piombo, Borgoñon; varias de Murillo, diferentes de la Escuela de Durero, Brughel y otros muchos, de Juan de Sevilla, de Pedro Atanasio, de SCastillo, de Martinez, etc, etc. Es mucho lo que hay, y algo de ello se estima de Ticiano y de Guido.

Piensa el Señor O-Cruley edificar una galería para colocar dichas obras con buen orden, y ya puede ser que lo haya executado. No se limita su buen gusto y afición a las pinturas; pues se extiende también a las Antigüedades de todas suertes, habiéndose aplicado particularmente al conocimiento de las monedas antiguas; ello es que el número de estas asciende a unos quantos millares, y que es muy copiosa la colección imperial, y aún más por su término, la de nuestras Colonias...." 

En una Carta a Antonio Ponz recogida por Pablo Antón Solé, O´Crowley menciona las obras de mayor interés ;

"Las que por más superiores piezas dme dijo vuestra merced le tuviese en la memoria fueron a saber:
- Un Cristo Grande de Alonso Cano
- El mi agro de San Grego en la Misa, pieza grande de Ribalta.
- Un San Juan en el desierto, de Anibal Carraci
- Una Magdalena de Murillo.
- Otra dicha de Jordán imitando al Guarnicho
- Dos cuadros chicos originales de P.P. Rubens
- Un borrón de Murillo, representa el cuadro que está en los capuchinos, de Sevilla, en que J.C. se desclava un brazo de la cruz y con el mismo abraza a San Francisco, etc.

Para poner en el mejor orden y colocación dichas pinturas, estoy fabricando una Galería de 14 varas de largo, 5 1/2 de ancho y 7 de alto;  no tendrá luces colaterales ni otra más que la que reciba por tres linternas en el techo de a siete cuartas de diámetro cada una con resguardo de cristales, etc.

Mi medallero en todas series pasa del número de 7000 monedas...."

Destacará sobremanera la colección de arte de Sebastián Martínez , que según nos dice Ramón Solis superaba los 300 lienzos, además de otras numerosas obras de arte no pictóricas. Así el mismo Antonio Ponz se quedará asombrado de la majestuosidad de esta colección recogiéndola también en sus escritos;

  " Se encuentran en ella obras muy singulares de Ticiano, de Leonardo da Vincia, de Velázquez, de Murillo, de Cano...
De Tiziano es una Diana sentada sobre sus ropas como en actitud de haber salido del baño... La obra es del mejor Tiempo de Ticiano...
De igual consideración es por su término la tabla de Leonardo da Vinci que representa de medio cuerpo al Salvador del mundo...
Merecen muy particular mención tres bodegones de Don Diego Velázquez...
Hay en dicha colección un quadro de Murillo... representa un país sumamente frondoso... Del mismo Murillo posee el Señor Martínez un San Juan Niño...y un San Antonio de Padua... De Alonso Cano hay una Dálila cortando los cabellos á Sansón... Sería largo especificar todas las otras pinturas de esta colección... Las hay de Ribera, de Sebastián Herrera, de Zurbarán..."

Otra colección importante será la de Nicolás de la Cruz y Bahamonde, conde de Maulle, que contaba con firmas importantes tales como las de Peruggini, Guido Rehni, Trevisani, todo ello presidido por un Leonardo da Vinci. 

Destaca también la colección de Josph de Murcia con una Magdalena y un San Gerónimo de Alonso Cano, también "la Muerte de Abel" de Bianchi, cuadros de Herrera el viejo, de Ribera, un retrato de Murillo y otro de Van Dick.

San Diego de Alcalá, de Zurbarán, que estuvo en la colección de Luis de Sola y Sola
Por último, aunque la lista de coleccionistas continuaría, hablaremos de la colección de Luis de Sola y Sola, que heredaría su hijo y primer alcalde de Cádiz de la Segunda República, Emilio de Sola y Ramos. Este tendría la colección en un piso de la calle Adolfo de Castro, donde colgaban un San Diego de Alcalá de Zurbarán, una sagrada familia de la escuela lombarda, San Felix de Cantalicio y el Niño Jesús de Murillo, un San Andrés de Tintoretto, un descendimiento de Maerten de Vos, algunas planchas de Rubens, y destacando, un Ecce- Homo de Alonso Cano.

La decadencia económica de algunos de ellos, en otros casos, la guerra Civil, como con Emilio de Sola, fueron haciendo que estas obras salieran de la ciudad para no volver, y así, aunque nunca fuera del pueblo y sí de las ricas familias, la ciudad vio perder obras de arte que habían estado asentadas en la ciudad.

Por su presencia aquí, su relación ya con la historia gaditana, pensaba que había que recordarlas.

domingo, 24 de diciembre de 2017

La leyenda del Cándil (Calle Obispo Cerero)


Algunos de los antiguos nombres de la calles de la ciudad llevaban consigo una historia curiosa detrás. Mirando el nomenclator uno de los que más nos llama la atención es el de la antigua calle del Candil, hoy Obispo Cerero, la pequeña calle que va de San Antonio a Enrique de las Marinas justo al lado de la antigua Banca Aramburu.

Adolfo de Castro en su Nomenclator nos habla del origen de la denominación de esta calle.

          "Tiene origen en lo siguiente.  El año de 1643 se descubrió en el campo de la Jara y sitio que ocupa esta calle un sepulcro del tamaño de un pequeño aposento abovedado. Varios canteros que sacaban cantos en las canteras que abrieron en aquellos terrenos, rompieron casualmente la bóveda, y observaron que salía un olor como de pavesa. Cuando bajaron a ver lo que allí había, encontraron el sepulcro y un candil de barro donde había estado encendida aquella luz peremne que tanto usaron para las tumbas los griegos y romanos".

Sin saber si es real o no la historia como se cuenta, si sabemos que toda esa zona estaba llena de enterramientos, como los que salieron a la luz cuando se construyó el parking de San Antonio. Además conocemos numerosos aljibes y bóvedas en las diferentes fincas.

Algunos investigadores, interesados en esta historia, han intentado identificar alguna de las bóvedas existentes en la zona en la actualidad con esa descripción que se nos hace de 1643.

Uno de los lugares que ha sido apuntado para albergar esta historia es el sótano del edificio de la UNED, del que aportamos fotografía, sin haber sido contrastada científicamente esta teoría. Como el pasado día 20 visitamos la casa palacio que alberga la UNED, pues se nos antojó preciso relatar la historia que conocíamos al respecto. También es curioso que esta historia del candil se repita en otras regiones del mundo.

Al menos apuntemos como llamativa la nomenclatura antigua y la leyenda existente en cuanto a su nombre, que seguramente en el pasado, entendieran mucho mejor que lo que lo hacemos en la actualidad.


EL ANCLA DE SOPRANIS

Desde que me mudé a la calle Sopranis fui mirando cada uno de los detalles, los guardacantones, las portadas, las casas como la del Gas, pero había algo que no me cuadraba. En la confluencia de la calle Sopranis con Amaya, existía un guardacantón que no era muy común, me preguntaba día tras día que sería, hasta que supe que era un ancla. Como sabemos esta calle tuvo una gran importancia comercial durante el XVIII y también fue una zona marinera, donde vivieron bastantes marinos, para pasar en el XIX a ser ya corazón del barrio de Santa María, con toreros, bandilleros, flamencos...


Pues allí estaba en esa esquina, el guardacantón más extraño que había visto, el ancla que debía ahora buscar en la bibliografía, y para ello uno de los primeros pasos fue buscar en los periódicos, encontrando en el Demócrata de principios de siglo el anuncio de un singular café, "El ancla" en el local que se encuentra justamente al lado, donde hoy se sitúa la peña el Noray.  Hasta ese momento no supe qué fue antes si el ancla o el café. Por eso decidí seguir buscando y dí con que Julio Molina Font había investigado el local. El ancla estuvo en activo hasta mediados del siglo XX, pero la historia de Molina Font nos retrotrae al primer tercio del siglo XIX, no con ese nombre sino con el de Pauleta, siendo un freidor expendedor de bebidas, que en una competencia con el freidor de pescado que luego se instala en la calle (dice que el primero), llega para Molina Font a crear las primeras tortillas de camarones, también las de pero, que anunció como perro y que provocó que la inspección se colara en el establecimiento para evitar la carne canina hasta que se demostró que fue un error ortográfico y que realmente eran los peros, las manzanas en esta parte de Andalucía las que formaban parte de esas tortillas. Venían desde Génova Pauleta y su pareja y parece ser que fueron los primeros en denominar "del Ancla" a su local.

Hasta el momento y sin conocer si existe alguna publicación más directa y concreta que me hable de los orígenes de ese ancla, esto es lo que hemos conseguido saber, a través de la prensa y las publicaciones del investigador Julio Molina Font. Si algún lector, conoce algo más sobre el asunto, ruego que nos lo hagan saber.