sábado, 22 de febrero de 2020

Mis rinconcitos: Los bancos de Cádiz.

No sé si seré yo, que soy un hombre un poco extraño, o si es el común en mis paisanos, pero la mayoría de los mejores momentos de mi vida los he vivido en torno a los bancos de la calle. Sí, esos que están siendo sustituidos por sillas unipersonales frías que impiden el contacto, porque muchos de ellos eran usados por los sintechos para dormir. 

Recuerdo, sin embargo, uno de los primeros bancos donde me senté con mi pandilla. Era en la laguna, allí descubrí el alcohol como estimulante cuando beber una litrona parecía ser rebelde y mucho más si lo acompañaba con un cigarro. Ese banco fue testigo de mis primeros pensamientos racionales con sentido, de las primeras veces que mis amigos y yo nos planteamos el sentido de la vida, y cómo mejorarla. Allí lloré cuando estaba triste, allí me refugiaba sólo para contarle mis problemas, y allí también di mis primeros besos. 


Sin duda, uno de los bancos que más recuerdos míos guarda, es uno que está en la Alameda. En mis tiempos universitarios me ha visto hablar con mi padre (cuyas cenizas están en el mar), sentir el amor, estudiar, reflexionar, llorar... y es que ese banco era diferente. El aire era diferente, allí venían las musas cuando quería escribir, el viento me refrescaba cuando tomaba un refresco, me hacía revitalizarme, me hacía reflexionar en la soledad, me hacía comprender la dureza de la vida y me hacía ser más fuerte ante la adversidad. 

También veía en los bancos, como parejas de adolescentes se formaban, y como otros, mantenían su amor después de 60 años, junto a la fuente de los niños del paraguas en el parque Genovés. 

Y es que los bancos de Cádiz, te pueden contar mi vida, como la de muchos gaditanos, que como yo, los utilizamos como confidentes. Espero que nunca se pierdan del todo.

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